La pasada luna asistí al Festival Internacional de Poesía de Barcelona. Cuando se acabó el festín poético comprendí porque el club de los mejores poetas están muertos. La poesía está en decadencia. Tal vez se mantendrá en algunos círculos de alta cultura, pero hoy en día casi nadie lee poesía y muchos menos la entienden. La emoción popular está más en un Chikiliquatre, David Bisbal o, si subimos el listón, en Joaquin Sabina o en El Ultimo de la fila, que en clixés de poetas que, además de no entenderlos, declaman en serbocroata, irlandés o escocés.
Sin embargo, también he de confesar que durante la lírica noche hubo momentos mágicos, en que la poesía sí que iluminó mi alma (y no sólo gracias a la linternilla que nos regalaron), y la emoción fue humana y no de fiambre culto. Ahora releo algunos poemas y los revivo con un brote de emoción.
Carles Valls, publicar un libro.com